Tuesday, February 19, 2008

historias de calentón


Casi nunca me enfermo ni ando con dolencias físicas. Si acaso una vez al año me da una gripe latosa que curo con cinco sobres de Thera Flu en tres dias . No soy de los que les duele la cabeza una vez por semana o de los que enferman del estómago al primer taco vario que comen en la calle, ni nada por el estilo.

La semana pasada fue una semana excepcional, primero me lastimé una mano y duré cinco dias con la mano hinchada, cuando apenas se empezaba a desvanecer el morado de la mano, vinieron de visita dos buenas amigas a casa. Después de saludarme y tijerear los aparatos alectróncios musicales que no habían visto, se sentaron en el sillón café. Una de ellas tenía mucho frio y le ofrecí traer a la sala el calentón que regularmente uso en la recámara y que utilizo quince minutos, mientras me baño por la noche; casi siempre me baño dos veces el mismo dia. Como bien decía mi padre: uno no debe acostarse en sábanas limpias, sin antes quitarse el polvo de la tarde. El caso es que el cordón del calentón es muy corto y la rendija quedó a 15 centímetros de mi pie izquierdo. Pasó la noche entre dos botellas de vino y unos champiñones al ajillo que les preparé. Últimamente he descubierto en las artes culinarias, una forma de terapia y distracción. He disfrutado mucho cocinar para mis amigos y ahora que tengo tiempo, he estado perfeccionando varios de mis platilos favoritos. Paso buena parte del dia leyendo recetas de cocina, escuchando y componiendo música.

Volviendo a la visita de mis amigas, a una de ellas tenía más de un año sin verla y me contó que ahora vive en Oaxaca, a la orilla de una la playa. Mientras mojaba el pan con el aceite de oliva que quedaba de los champiñones, pensaba en lo bueno que sería estar en un lugar así, apacible y sin frio.

Ellas se fueron, yo apagué el calentón que ya llevaba tres horas aventándome viento como fuego en la parte izquierda de la parte baja de mi pierna izquierda y me fui a dormir. A La mañana siguiente, al tratar de incorporarme al mundo, sentí el pie como fracturado. No había hinchazón, ni área morada. Mi pie aparentaba estar normal a simple vista, pero el dolor era terrible, inmesurable. Tardé más de dos horas acostado y sin poder poner el píe en el suelo, para deducir que el calor del calentón y el enfriamiento posterior eran la causa de mi dolor.

Utilicé la misma crema cara de mentol de marca gringa, que había utilizado por cinco dias para aliviar el dolor de mi mano, pero parecía no surtir efecto. Todo ese día anduve caminando como quién siente un clavo enterrado a cada paso. Al siguiente dia amanecí peor.

Me llamó por teléfono la esposa de un buen amigo, a la que conozco desde hace casi quince años, para invitarme a una reunión. Le dije que no podría asistir y le conté la historia del calentón. Me dijo que ella sufre fuertes dolores en la espalda y que el único remedio en forma de ungüento que le ha servido es uno de nombre Mamisán. Me lo ofreció servicio a domicilio. Llegó quince minutos después con el tal Mamisán de frasco amarillo. Lo unté en mi pie casi inmóvil, mientras gritaba en cada frotación. Una hora después ya estaba caminando. Al día siguiente, el dolor era sólo un recuerdo. Me sentía como listo hasta para correr un maratón, aunque la verdad nunca he corrido más de cinco kilómetros
Mamisán Ungüento es una crema de uso veterinario fabricado por Pfizer, los que hacen la viagra. Cuesta sesenta pesos y les juro que no faltará en mi gabinete. Mamisán te levanta el pie de su estado inmovil. Sospecho que es la misma fórmula de la pastilla azul, pero en crema.

Ahora que utilizaré ungüento de uso veterinario para mis dolencias musculares, creo que alguna de mi exnovias tenía razón, cuando me dijo hace unos años, que era yo un perro....