La otra noche mi amigo Jacques me invitó a su casa a degustar tres botellas de vino francés que le había regalado un cliente. Escuchando el the hurting de Tears for Fears -maravilloso disco, por cierto-, nos entregamos a la encomienta etílica. Todos los vinos franceses que probamos estaban por lo menos buenos, y hubo uno que ganó con creces a los demás. Después, ante la ausencia de nuevas botellas galas, sacó su guardadito de vinos y me sirvió uno chileno que terminamos celebrándolo por el resto de la noche.
Le encargué una caja de ese espléndido vino chileno y viviendo en esta ciudad en donde las balas se cruzan en cualquier esquina, creo que saldré lo menos en las siguientes semanas y planearé mis noches en casa, escuchando la música que me gusta y acompañado de la gente que quiero.
Qué más nos queda, cuando en calle la muerte está más presente que nunca?